lunes, 19 de octubre de 2009

writing just to myself

I'm gonna sit right down and write myself a letter
And make believe it came from you

I'm gonna write words oh so sweet
They're gonna knock me off my feet
A lotta kisses on the bottom
I'll be glad I got 'em

I'm gonna smile and say
I hope you're feeling better
I'll close with love the way you do
I'm gonna sit right down and write myself a letter
And I'm gonna make believe it came from you













viernes, 9 de octubre de 2009

Egregios hispanistas

A propósito del día de la hispanidad...


A la hora de contratar profesores de lengua extranjera se prefiere un hablante nativo a uno no nativo y, cuando se habla de la lengua española, el "nativo" suele entenderse como ejpañol de ejpaña. Esta característica puede constituir un requisito tácito o ser explícitamente exigido por la parte contratante en cuestión, el caso es que ser peninsular (canarias suele no incluirse en el barco de los bienhablados) es una prerrogativa con la que hemos nacido algunos aunque digamos (y escribamos) "la tiré del pelo", "este arte" o "mi intención es de que vengas", y nuestro vocabulario se reduzca a "rollo", "mogollón", "olla" y demás varietés de la "ll", de la que nos sentimos tan orguLLosos.

Quiero creer que con el incremento de la moda de lo políticamente correcto esta situación disminuya y se empiece a valorar la calidad de los profesionales (docentes y lingüistas) de la lengua española del otro lado del charco. Es especialmente hiriente, sin embargo, cuando observamos que una de las instituciones que menos hace por revalorizar el estatus de ciertas variedades dialectales de la lengua española es precisamente aquella que lleva el nombre del escritor más importante de nuestras letras, líbreme Dios de mencionar su nombre en vano (y menos el de tan egregia institución), donde los directores, los docentes de plantilla, los eternos precarios y los alumnos se pelean por poder escuchar un español con regusto visigodo y así vemos a los pobres aprendices extranjjjeros escupiendo en sus pupitres para poder llamar la atención de su profe, Azucena, con toda la fricción que sus fricativas interdentales de pata negra merecen.


Como licenciada en filología hispánica puedo decir y, faltaríamás que esto es mi blog, digo, que en el programa de estudios de esta licenciatura tanto el estudio lingüístico de la(s) variedad(es) dialectal(es) americanas como sus literaturas pasan a un segundo plano tan lejano que entre los ochocientos cursos para estudiar 4 sonetos de Garcilaso de la Vega (hizo más...pero no muchos más) nos dejaban tiempo sólo para leer la entrada de la larousse de NARRATIVA HISPANOAMERICANA: desde los diarios de Cristobal Colón (muy americano él no era, en fin...) hasta hoy, con breve recomendación de la lectura de los escritores del boom (así, en general), y punto.

Ahora que un año más empieza el curso y en "lengua y cultura hispánica" nos tenemos que limitar a las fronteras de su majestad el Rey, voy a recordarles a mis estudiantes de la facultad de Ciencias Humanísticas (olé sus huevos) las opiniones de uno de los escritores en lengua española más antihispánico que ha habido, Jorge Luis Borges, por lo que respecta tanto al LENGUAJE ACADÉMICO (o universitario) como al ESPAÑOL (de españa) condensadas en el famoso artículo "Las alarmas del doctor Américo Castro" (Otras inquisiciones, 1952, 1974) en el que principalmente destroza un casposo e indigesto estudio del egregio filólogo llamado "La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico", pero también hace referencia a otro estudio de Amado Alonso "El problema de la lengua en América", a propósito de este último título Borges señala:


"La palabra problema puede ser una insidiosa petición de principio. Hablar del problema judío es postular que los judíos son un problema: es vaticinar (y recomendar) las persecuciones, la expoliación, los balazos, el degüello, el estupro y la lectura de la prosa del doctor Rosenberg."


En su breve artículo Borges logra desautorizar y ridiculizar los argumentos de los eminentes filólogos españoles, desprestigiar la superficialidad de sus análisis y, al mismo tiempo, dar un ejemplo de estilo, dominio del ritmo dialéctico y altos niveles de erudición, que contrastan con la denuncia de empobrecimiento del lenguaje que Américo Castro endilgaba a los argentinos. Ojalá muchos de nosotros tuviéramos la misma elocuencia para contestar a ciertos catedráticos (o a su equivalente italiano: "profesores ordinarios" que son, precisamente eso, unos ordinarios), políticos y demás personajes egregios cuando ahogan a sus audiencias en un mar de retórica de manual académico.




"Un aspecto interesante de este debate es el insólito enfrentamiento entre literatura y Universidad, a la cual Borges acusa de "coloniaje idiomático". Cuando Borges ataca fulminantemente a Américo Castro en 1941, lo hace con la independencia de quien está firme en su opinión de que la Academia (en particular, la Academia española) y la literatura (en particular, la literatura argentina) no son fuerzas confluyentes sino divergentes en la construcción de la cultura, y no vacila en proclamar la superioridad de esta última. No se trata de una rebelión adolescente contra una tradición filológica secular, sino de la convicción profesada por Borges de que, en materia de autenticidad lingüística, la intuición nativa y la estética propia valen más que los fatigosos y fatigantes estudios de los universitarios."


Voy a ser sincera, aunque de forma racional estoy totalmente de acuerdo con el párrafo anterior, por desgracia después de tantos años universitarios mi lenguaje no puede ser más que académico (con tendencia a lo egregio), y cuando visualizo el acto de escribir no me imagino a una escritora bohemia francesa fumando opio y bebiendo absenta en una ggguardilla (como se diría en Valladolid o en Lugo), sino a uno de los catedráticos ilustres en su despacho con traje y corbata citando los testimonios manuscritos e impresos del Cantar del Mio Cid para argumentar que hay que datar la obra a finales del siglo XII y no a principios del XIII (o viceversa).


Sigo leyendo en el blog que indicaba antes:


"En realidad, el severo diagnóstico de Castro sobre el español hablado y escrito en Buenos Aires coincide con el trazado por Amado Alonso en "El problema argentino de la lengua"(1935): problema, desbarajuste, desquicio, caos expresan la consternación de quienes ven en el entrevero lingüístico un síntoma alarmante de desorden social. La lengua significa orden no sólo porque organiza el pensamiento, sino también porque manifiesta la estricta jerarquía que rige la relación entre los grupos sociales: la ausencia de una clara estratificación lingüística en consonancia con la posición social de los hablantes es precisamente el rasgo que alarma en la lengua de Buenos Aires. Castro no ofrece sólo el diagnóstico, sino que lo interpreta como síntoma de una patología social, cuyas raíces históricas pretende desentrañar. Así arriba a conclusiones sobre la "esencia" del pueblo argentino : "plebeyismo universal", "instinto bajero", "descontento íntimo, encrespamiento del alma al pensar en someterse a cualquier norma medianamente trabajosa."


Y termino con el fragmento más citado del artículo de Borges (son sólo 8 páginas, y recomiendo su lectura a todos aquellos que en algún momento hayan tenido dudas sobre la calidad del español de Argentina) y en el que, yo la primera, me siento negativamente identificada:


"No menos falsos son "los graves problemas que el habla presenta en Buenos Aires". He viajado por Cataluña, por Alicante, por Andalucía, por Castilla; he vivido un par de años en Valldemosa y uno en Madrid; tengo gratísimos recuerdo de esos lugares; no he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros. (Hablan en voz más alta, eso sí, con el aplomo de quiene ignoran la duda). El doctor Castro nos impua arcaísmo. Su método es curioso: descubre que las personas más cultas de San Mamed de Puga, en Ourense [Borges decía Orense, otro día podemos hablar del "problema de" los topónimos y su origen, vida y milagros], han olvidado tal o cual acepción de tal o cual palabra; inmediatamente resuelve que los argentinos deben olvidarla también... El hecho es que el idioma español adolece de varias imperfecciones (monótono predominio de las vocales, excesivo reliee de las palabras, ineptitud para formar plabras compuestas), pero no de la imperfección que sus torpes vindicadores le achacan: la dificultad. El español es facilísimo. Sólo los españoles lo juzgan arduo: tal vez porque los turban las atracciones del catalán, del bable, del mallorquín, del galaico, del vascuence [para otro día también los nombres de las lenguas, je] y del valenciano; tal vez por un error de la vanidad; tal vez por cierta rudeza verbal (confunden acusativo y dativo, dicen le mató por lo mató, suelen ser incapaces de pronunciar Atlántico o Madrid, piensan que un libro puede sobrellevar este cacofónico título: La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico)."


Y yo que siempre quiere decir "Capaz que vengo esta noche" o "el manejo de los recursos"....

más vueltas sobre el "español neutro" (como el champú): http://elies.rediris.es/elies16/Valle.html#2tradicion