domingo, 4 de enero de 2009

La Soga

Publicación original: 28/07/07

Con todos los logros humanos incomprensibles para mí -cómo se dividen el aire las compañías de telefonía móvil y cómo es posible que siempre se acierte con la persona con la que quieres hablar, dónde hostias está internet, cómo hicieron para construir el canal de la Mancha, o cómo hacen los índices de audiencia si nadie conoce a nadie que le hayan preguntado qué ve los miércoles por la noche (y muchas dudas de lo más básico como hacer una simple foto, meterla en el ordenador y mandarla por un mensaje de movil!!, la vida es un interrogante para mí que ni wikipedia puede aliviar)- parece imposible que se siga sin poder cometer algo tan aparentemente simple como el crimen perfecto. o quizás ya se haya cometido pero al ser perfecto nunca lo sabremos, hasta que cada uno de nosotros seamos los autores. Pero, como diría mi expresiva madre, el quiz de la cuestión es ¿qué es un crímen perfecto? Desde luego, será un asesinato sin condena, en el que el asesino no haya dejado las pruebas suficientes que permitan identificarlo por el CSI más aguerrido (y mono, que los Worrik y Sara cada día llevan unos peinados más in, no sé ni cómo no se les cae un pelo en la escena del susodicho, digo esta última palabra por mera estética). Sin embargo, ¿podría ser el crimen perfecto el asesinato de una persona que no tiene nada que ver con el asesino, elegida al azar sin conexión con su vida y mundo? Esto dificultaría mucho la labor de la policía, pero según los protagonistas de una de mis pelis preferidas del señor Hitchcock (si a mí ya no me entienden nunca mis apellidos, cuántas veces lo habrá tenido que deletrear él), la respuesta es un rotundo NO. El crimen perfecto tendrá que acercarse peligrosamente al riesgo de ser desvelado, los asesinos tendrán que vencer al peor traidor: su conciencia. Asesinar a una persona cercana y no resultar afectado psicológicamente por ello: superar la prueba de cenar con los padres, novia y amigos de la víctima encima de la propia víctima y en compañía del maestro que, de forma teórica, les había indicado paso a paso cómo ejecutarlo. Eso es el crímen perfecto.

La Soga, Alfred Hitchcock, 1948.

El calor me ha derretido el cerebro, los mosquitos bebido mi sangre y el alcohol destruído mi estómago. Eso es morir.

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